03 marzo 2011

Terreno fértil

“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.”. Mateo 13:23 RV-60

En esta palabra el Señor Jesucristo, habla sobre el terreno que sembramos los cuales representan nuestras vidas.

Él explica sobre cuatro formas de sembrar… el camino, pedregales, espinos y buena tierra.

Cuando habla sobre la semilla junto al camino se refiere a la palabra de Dios que no atesoramos en nuestro corazón… nos da igual ir a la iglesia y escuchar la predica, pero no le damos la importancia, estamos ausente en el espíritu y así no permitimos que el Señor entre a nuestros corazones y perdemos la oportunidad de la salvación.

La segunda es cuando recibimos al Señor y estamos gozosos, nos parece todo bien, pero cuando llega el tiempo de moldear nuestras vidas, llegan las pruebas y aflicciones, enseguida dejamos de estar gozosos y nos transformamos en seres que se enojan con Dios y reniegan de su fe.

Es el momento en que nos damos cuenta de que no hay raíces, que somos superficiales… no hemos aprendido nada.

El tercero es aquel que no tiene tiempo para Dios.

Conoce de él, pero dice…

- Todavía no es el momento, soy joven, tengo los estudios, salidas nocturnas, amigos, etc.

- Más adelante voy a buscarlo.

Escuchó la palabra, pero lo que el mundo le ofrece, lo considera más importante que Dios.

Sin darnos cuenta perdemos la oportunidad de nuestras vidas, tener a Dios en primer lugar.

El cuarto lugar, 2 Timoteo 2:6 dice….

“El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”.

Para sembrar en buena tierra se debe limpiar el campo, sacar lo que no sirve, piedras, espinos, maleza, etc., aquí es cuando debemos limpiar nuestro corazón de todas estas cosas (nuestros pecados).

Es un trabajo arduo pero de nosotros depende tener todo el terreno limpio.

Así sucede cuando se trabaja en el campo para la siembra.

Cuando todo está limpio se siembra.

Para que el fruto sea abundante los cultivos tienen que echar raíces profundas.

Debemos echar raíces, atesorando la palabra de Dios, pidiendo al Espíritu Santo que nos guíe y nos enseñe a caminar con él.

Cuando el cultivo comienza a crecer se debe cuidar de las malezas que puedan ahogar el fruto, hay que arrancarlas.

Así debemos de cuidar nuestro corazón que ninguna maleza (ataques del diablo) nos saque del propósito de Dios.

Por eso cualquier pensamiento o comentario que pueda afectarme, busco sacarlo de mi mente y corazón, se lo entrego a mi Señor.

Luego espero el tiempo para tener una buena cosecha.

Pregunto… ¿qué tipo de terreno es tu vida?

¿Eres un campo que necesita ser preparado para que la palabra de Dios eche raíces?

¿Tienes espinos y rocas que necesitan ser arrojadas fuera de tu vida?

Sabes, debemos preparar nuestro corazón para dar frutos para Cristo.

No es una tarea fácil por el momento, lleva su tiempo como la siembra.

Pero cada esfuerzo tendrá su valor cuando llegue el tiempo de cosechar.

Ora conmigo…

- Señor Jesús deseamos llevar frutos para ti, ayúdanos a preparar nuestro corazón para recibir tu palabra, que nuestras vidas se transformen en buen terreno, que produzcan frutos abundantemente.

- Gracias Señor Jesucristo, amén.

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Juan 15:5 RV-60

Amén.

02 marzo 2011

¿Sabemos lo que tenemos?

A un hombre le regalaron un par de guantes forrados de piel.

Como vivía en un clima tropical, por cierto, no necesitaba los guantes, los guardo en un cajón y pronto se olvido de ellos.

De modo que como no le servían, no los usaba.

Algún tiempo después le llamaron para que trabajara en una ciudad de clima frío y entonces se acordó de los guantes.

Al fin encontraría uso para aquello que él consideraba un regalo sin utilidad.

Cuando metió la mano en uno de los guantes, sitio que algo impedía que el dedo pulgar se acomodara en su lugar.

Para su gran sorpresa, era un rollito de dinero.

Revisó los otros dedos del guante y descubrió que en cada uno de ellos había más dinero.

El dinero había estado allí todo el tiempo pero él no se había dado cuenta.

Cuantas veces Dios nos da cosas y nosotros no nos damos por enterado, pensando que no nos sirve.

Pero él en nosotros ha puesto tesoros.

También nos ha puesto el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo está en la vida del creyente en todo momento.

Por lo cual debemos depender de él.

Sea usted lleno del Espíritu Santo y permita que su vida este dirigida y dominada por él.

El Espíritu Santo es todo lo que necesitamos para vivir.

Santo Espíritu desciende, que se escuche tu voz, tu palabra oh Dios, cambia nuestros corazones...

Espíritu Santo de Dios llena nuestras vidas, llena nuestra alma, nuestro ser, llénanos de tu presencia.

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén”. 2 Corintios 13:14 RV-60

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Efesios 1:13.

Amén.

01 marzo 2011

La botella

Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed.

Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo.

El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto.

Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada.

Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía.

Desilusionado, cayó postrado hacia atrás y entonces notó que a su lado había una botella vieja.

La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría y pudo leer que decía… usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar.

El hombre desenroscó la tapa de la botella y vio que estaba llena de agua…

De pronto, se vio en un dilema… si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada.

¿Qué debía hacer?

¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca… o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje?

¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no sé cuánto tiempo atrás?

Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear y la bomba comenzó a rechinar, pero nada pasaba.

La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia… agua fresca, cristalina.

Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante.

Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase… créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente.

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1 RV-60

“Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos 20:35 RV-60

Amén

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