Don Pedro un veterano y humilde cristiano, que vivía solo, se gozaba únicamente en la bendita compañía de su Salvador y Señor, se las arreglaba solo percibiendo una modesta pensión ferroviaria.
¡Solo nunca! -decía siempre Don Pedro.
- Mi Señor está conmigo.
Él puso a prueba muchas veces las promesas de su Señor y su sencilla fe nunca fue defraudada.
Un día se encontró en dificultades, el pago de la pensión se atraso, ya no tenía nada de dinero y en casa no había nada para comer.
Como siempre elevó su oración…
- Señor tu sabes que no tengo nada para comer hoy, y tengo hambre, te ruego que escuches a tu hijo, tu nunca me has dejado.
- Dame lo que necesito.
Llego la hora de almorzar, Don Pedro tendió su rustica mesa, se sentó, inclino su cabeza y dio gracias a Dios por los alimentos.
No había pronunciado el amén cuando golpearon su puerta.
Era su vecino que traía una fuente de pescado cocido.
- No se ofenda vecino, ayer fui a pescar y traje tanto a casa que nos ha sobrado y mi señora me dijo…
- Juan lleva todo esto a Don Pedro puede ser que él lo necesite.
Don Pedro tomo la fuente y elevo sus ojos al cielo y dijo…
- Gracias Señor.
El vecino se fue pensando… que atento esta Don Pedro, siempre me llama Juan a secas y hoy me trato de señor.
Las dificultades nos llevan a intimar con Dios de una manera especial, al punto tal que tocamos el corazón de nuestro Dios con nuestros ruegos.
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. Jeremías 33:3 RV-60
Amén.
¡Solo nunca! -decía siempre Don Pedro.
- Mi Señor está conmigo.
Él puso a prueba muchas veces las promesas de su Señor y su sencilla fe nunca fue defraudada.
Un día se encontró en dificultades, el pago de la pensión se atraso, ya no tenía nada de dinero y en casa no había nada para comer.
Como siempre elevó su oración…
- Señor tu sabes que no tengo nada para comer hoy, y tengo hambre, te ruego que escuches a tu hijo, tu nunca me has dejado.
- Dame lo que necesito.
Llego la hora de almorzar, Don Pedro tendió su rustica mesa, se sentó, inclino su cabeza y dio gracias a Dios por los alimentos.
No había pronunciado el amén cuando golpearon su puerta.
Era su vecino que traía una fuente de pescado cocido.
- No se ofenda vecino, ayer fui a pescar y traje tanto a casa que nos ha sobrado y mi señora me dijo…
- Juan lleva todo esto a Don Pedro puede ser que él lo necesite.
Don Pedro tomo la fuente y elevo sus ojos al cielo y dijo…
- Gracias Señor.
El vecino se fue pensando… que atento esta Don Pedro, siempre me llama Juan a secas y hoy me trato de señor.
Las dificultades nos llevan a intimar con Dios de una manera especial, al punto tal que tocamos el corazón de nuestro Dios con nuestros ruegos.
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. Jeremías 33:3 RV-60
Amén.