02 abril 2011

Los tiempos de Dios

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. Eclesiastés 3:1 RV-60.

Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se la llevo a su casa para ver cómo salía de su capullo.

Un día vio un pequeño orificio en el capullo y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por hacerlo más grande y poder salir.

El hombre vio que la mariposa forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llego un momento en el que había dejado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento.

Parecía que se había atascado, entonces el buen hombre decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera corto para hacerlo más grande de manera que la mariposa pudiera salir del capullo.

Sin embargo, al salir, ella tenía un cuerpo muy hinchado y las alas pequeñas y dobladas.

El hombre esperaba que las alas se desdoblaran y que el cuerpo se contraiga de su hinchazón, pero no sucedió ninguna de las dos situaciones y la mariposa solo pudo arrastrarse en círculo con su cuerpo hinchado y las alas dobladas.

¡Nunca pudo llegar a volar!

Lo que el hombre en su voluntad no entendió fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida de la mariposa por salir del diminuto agujero era la forma que la naturaleza envía fluido del cuerpo de la mariposa hacia las alas, para que estuviera grande y fuerte y luego volar.

Cuantas veces tenemos que pasar por ese orificio de luchas, pruebas para poder llegar a fortalecernos.

Si no pasamos por las etapas de las pruebas nos transformaríamos en unos débiles, temerosos, no podríamos crecer en la fe.

¿Quién no ha pasado por este proceso?

¡Todos!

A veces somos como este hombre usando la tijera para alivianar la prueba de algunos amigos o hermanos.

Y no nos damos cuenta que este es el tiempo de Dios para fortalecernos, nos prepara para la batalla.

Él espera… son sus tiempos, hasta que nos transformemos en una hermosa mariposa y volemos a su presencia con alas fuertes para remontar en fe.

Dios sabe que lo podemos hacer si le creemos a él.

Su palabra nos dice que seremos probados como oro refinado.

Solo a través de nuestros esfuerzos y caídas saldremos fortalecidos.

“… El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios”. Zacarías 13:9.

Amén.

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